¡Oh, la vida!
Que la vida no acorte el ritmo
ni la elegancia de tu paso
Que la vida no te borre el instantáneo
esplendor de la sonrisa
Que la vida no te quite la firmeza
para mirar al enemigo
Que la vida no te quite las ganas
de darle un pellizco, una mordida, una nalgada
a la vida.
Que la vida no te vaya a fosilizar
el abrazo que les das a los amigos
Que la vida no te cuartee demasiado
la ternura
Que la vida no te convenza para que dejes
de llamar al pan pan
y al vino ya tú sabes
Que la vida no te tramite a su gusto
el tiempo que te corresponde
(sobre todo si es pésimo el gusto de la vida)
y que la vida en general no te tramite.
Que la vida no te quite del todo
la timidez que te protege
Que la vida no encorve tu figura
de tragaespadas de feria
(Que la vida te jorobe sólo
lo estrictamente necesario)
Que la vida te permita vender tus versos
pero sólo por amor por una tarde
y bajo palabra de que te serán devueltos
otra tarde y otro amor.
Que la vida no te dé esa mirada retorcida
que parece haberle dado a aquel
que está ahí nadando en su propia tinta
(en la tinta de sus versos pobrecito)
Que la vida no te deje caer en la tentación
de no tener tentaciones
Que la vida no te fragmente,
ni te parrafee, ni te capitule
Que la vida no te sople al oído las respuestas
Que la vida no te pida
que no le pongas mucho a la vida
Que la vida no te deje escribir
por ejemplo "se ofertan tales cosas"
ni
"en el ofertorio de sus caricias"
porque ambas son barbaridades polares
de la lengua
Que la vida no te dé una lengua
que puedas pisar
(ni siquiera con esa "elegancia de tu paso"
de la segunda línea)
Que la vida te siga dando estas ganas
de luchar por la vida,
Que la vida no te convierta
en una computadora
ni en una cassettera
ni en una máquina de escribir
(ni siquiera bajo la promesa
de que escribirás poemas impecables)
Es más
que la vida no te deje escribir
poemas impecables
Que la vida no te dé esa solemnidad
de académico
ni esa barbita de poeta respetable
Que la vida no te deje ser un poeta
a tontas y a locas
Que la vida no te quite esas virtudes
por las que algunos te odian
Que la vida te quite esos defectos
por los que algunos te aman
(o por lo menos te soportan)
Que la vida no se vaya a confundir
en las dos últimas peticiones
porque sobrevendría un desastre
de eso que ahora llaman ecológicos
Que la vida no te dé
la memoria del elefante
para que no te acusen de autosuficiencia
Que la vida no te dé
el cuello de la jirafa
para que nadie se queje
de que los has mirado desde arriba
Que la vida no te dé la coloración
cambiante del compañero camaleón
a no ser cuando estés tendido
junto a los verdaderos compañeros
bajo la aviación enemiga
Que la vida no te haga vivir
sólo de recuerdos
Que la vida no te deje olvidar
las miserias de otros tiempos
Que la vida no te quite el orgullo
de haber nacido pobre
Que la vida te aleje
de los pobres de espíritu
porque de ellos será el reino de los cielos
pero no éste.
Que la vida no te sobrecoja
salvo con los milagros cotidianos de la vida
Que la vida no te sorprenda
más de 24 veces por segundo
Que la vida no suspenda
el partido por lluvia
Que la vida no te dé tregua
Que la vida te dé otras noches
tan claras y tranquilas como ésta
para escribir poemas
donde le pidas cosas a la vida
Autor: Victor casaus
El árbol de los amigos
Existen personas en nuestras vidas
que nos hacen felices por la simple casualidad
de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado,
viendo muchas lunas pasar,
más otras apenas vemos entre un paso y otro.
A todas las llamamos amigos
y hay muchas clases de ellos.
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza
uno de nuestros amigos.
El primero que nace del brote es nuestro
amigo papá y nuestra amiga mamá,
que nos muestran lo que es la vida.
Después vienen los amigos hermanos,
con quienes dividimos nuestro espacio
para que puedan florecer como nosotros.
Pasamos a conocer a toda la familia
de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos,
los cuales no sabíamos
que irían a cruzarse en nuestro camino.
A muchos de ellos los denominamos
amigos del alma, de corazón.
Son sinceros, son verdaderos.
Saben cuando no estamos bien,
saben lo que nos hace feliz.
Y a veces uno de esos amigos del alma estalla
en nuestro corazón
y entonces es llamado un amigo enamorado.
Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios,
saltos a nuestros pies, cosquillitas a nuestro estómago.
Más también hay de aquellos amigos por un tiempo,
tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas.
Ellos acostumbran a colocar
muchas sonrisas en nuestro rostro,
durante el tiempo que estamos cerca.
Hablando de cerca,
no podemos olvidar a amigos distantes,
aquellos que están en la punta de las ramas
y que cuando el viento sopla siempre
aparecen entre una hoja y otra.
El tiempo pasa, el verano se va,
el otoño se aproxima
y perdemos algunas de nuestras
hojas, algunas nacen en otro verano
y otras permanecen por muchas estaciones.
Pero lo que nos deja más felices
es que las que cayeron continúan cerca,
alimentando nuestra raíz con alegría.
Son recuerdos de momentos maravillosos
de cuando se cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud,
suerte y prosperidad.
Simplemente porque cada persona
que pasa en nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí
y se lleva un poco de nosotros.
Habrá los que se llevarán mucho,
pero no habrán de los que no nos dejarán nada.
Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida
y la prueba evidente de que dos almas
no se encuentran por casualidad.
Autor: Jorge Luis Borges
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